"No hay mal que 100 años dure ni pena que el chocolate no cure"

¿Qué os ha parecido ésta última instantánea? ;) Creo que las imágenes hablan por sí mismas y reflejan al 100% nuestra felicidad y lo bien que nos lo pasamos. Al principio se nos hizo un poco raro ponernos delante de la cámara con alguien que no conocíamos como era Emma y tratar de que no se nos notase el nerviosismo, pero pasadas las primeras vergüenzas nos desinhibimos y lo pasamos pipa.

De verdad, que no puedo imaginar un mejor recuerdo de ese período de nuestras vidas tan mágico.

¿Cuáles son vuestros fotógrafo@s favoritos? ¿Tenéis experiencia con este tipo de sesiones de fotos? Me encantaría conocer vuestras experiencias :)

"Una fotografía en el momento indicado, captura sentimientos, congela momentos e inmortaliza recuerdos"

Felicia tiene 5 años y es huérfana de padre y madre. Desde hace dos años vive en un orfanato de Moldavia donde comparte techo con otros 163 niños y niñas de entre 3 y 14 años cuyas infancias se han visto truncadas por el caprichoso azar del destino.

Las condiciones en el orfanato son tan precarias que muchos de estos pequeños se "protegen" del frío del invierno con calcetines y zapatos agujereados.

Millones de niños no correrán la misma suerte que nosotros estas navidades; no podrán sentarse a la mesa a disfrutar de una cena rodeados del amor de su familia, no se irán a la cama con la ilusión de la llegada de Papá Noel o los Reyes Magos, ni siquiera podrán permitirse el lujo de sentir algo tan básico como el calor del abrazo de sus padres...

Muchas veces nos abruma la cantidad de injusticias que hay en el mundo, demasiadas para ser resueltas por nosotros mismos, y tiramos la toalla incluso antes de pasar a la acción. Pero cualquier pequeño gesto, por insignificante que parezca, cuenta.

Mi "gesto" de este año va a consistir en asegurarme de que Felicia no se quede sin regalo de navidades. Gracias a la fantástica iniciativa de Alexandrina {una chica moldava residente en Suiza}; una nutrida red de voluntari@s; y el poder de las redes sociales y el boca a boca, somos ya muchas las personas que nos hemos puesto manos a la obra a preparar cajas surtidas de artículos de higiene básicos, zapatos, ropa interior y juguetes para que a ninguno de los niños de ese orfanato en Moldavia le falte la ilusión estas fiestas.

Ésta es la caja-regalo que Felicia recibirá estas navidades :)

Si algun@ de los que me leéis vivís en el cantón de Vaud de Suiza y queréis aportar vuestro grano de arena, podéis encontrar más información haciendo click aquí.

Para mi sorpresa, en España también se ha puesto en marcha un proyecto similar, Reyes Magos de Verdad, con el propósito de hacer llegar regalos de navidad a niños en hogares de acogida. El año pasado llegaron a más de 8.000 personas y este año se proponen superar esta cifra. Los interesad@s pueden apuntarse en la web reyesmagosdeverdad.org y recibirán por email la carta de uno de esos niñas y la dirección de entrega del paquete.

Como veis, no tenemos excusa ninguna para no regalar un poquito de ilusión estas navidades a quien más lo necesita.

"El aleteo de una mariposa puede provocar un tornado al otro lado del mundo"

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Con esto de la maternidad parece que se me ha despertado un poco la vena creativa ¡y caprichosa! :P Llevaba un tiempo emperrada en encontrar unas estanterías de madera de color verde menta en forma de casita y, después de buscar y rebuscar por Internet, finalmente me di por vencida y decidí "fabricarlas" yo misma.

Os adelanto que de manitas tengo más bien poco y el tema del DIY es un universo totalmente nuevo para mí, con deciros que en la tienda de bricolage parecía un pulpo en un garaje... Pero con un poquito de asesoramiento y una buena dosis de paciencia logré hacer estas estanterías tan cuquis que he colocado sobre la cómoda/cambiador de Alejandro.

Si el resultado os ha gustado tanto como a mí, a continuación os explico detalladamente los materiales y los pasos que seguí.

MATERIALES



- Estanterías de madera en forma de casa. Las podéis comprar en Amazon.
- Pintura para madera. Color al gusto.
- Cinta de enmascar
- Pinceles: Brocha mediana y pincel fino para las juntas
- Lija
- Vinilos decorativos

PASITO A PASO

1. Lijar la superficie de las estanterías: Para quitar cualquier impureza que pueda tener la madera y preparar la superficie para que absorba mejor la pintura es aconsejable lijarla.


2. Cubrir las juntas con la cinta de enmascar: Si queréis pintar la estantería de dos colores como hice yo, tendréis que aseguraros de cubrir bien las juntas que separan las zonas que delimitan los dos colores para proteger una parte mientras pintáis la otra y viceversa sin que las dos tonalidades se mezclen.

3. Pintar y dejar secar: Al utilizar dos colores tendréis que aplicar la pintura en dos fases, una por cada color. En mi caso, primero pinté el fondo blanco y, una vez seco, coloqué la cinta de enmascar protegiendo las juntas y procedí a pintar el marco verde menta como podéis ver en la siguiente foto.


A cada superficie le apliqué tres capas de pintura para afianzar la intensidad del color.

4. Colocar los vinilos: El toque final se lo di con estos vinilos en forma de gotas de agua de  tutete.com.

"Handmade is more funny"

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Os debía este vídeo desde el verano pasado y ¡por fin ha visto la luz! Ya llegado Alejandro al mundo, me hace especial ilusión recordar nuestras últimas vacaciones antes de su nacimiento. Si el destino y la compañía de nuestros amigos Rosa y Vicente con su pequeño Nico ya fueron especiales de por sí, imaginaros la emoción de poder vivir esta experiencia como parte de la dulce espera.

Un vídeo lleno de lugares bonitos y anécdotas que espero que os encante y transmita un poco del sabor de Cadaqués.

Recordad que tenéis todos los detalles del viaje, las mejores playas, restaurantes y puntos de interés en el artículo que publiqué hace unos meses y que podéis leer aquí.

"Un viaje se vive tres veces; al soñarlo, al vivirlo y al recordarlo"

25 de septiembre de 2016, tras una tarde de domingo en casa tranquila, entre amigos, en la que disfrutamos de una merienda casera a los rayos de un sol extraordinariamente cálido para esta época del año en Suiza, la noche prometía apacible: cena y peli con mi amore. ¿Para qué más?

Como de costumbre, se nos hizo un poco tarde con las llamadas a la familia propias de los domingos y acabamos cenando una ensaladita sentados en la mesa baja del salón y disfrutando de la última película de Meryl Streep, Florence Foster Jenkins. Sobre las once y media de la noche comencé a sentir una pequeña molestia en la zona baja del estómago, como un ligero dolor de regla. Fui al aseo y ¡tachaaaan! Inmediatamente rompí aguas. Un líquido transparente se escurría por mi entrepierna sin cesar, así que no cabía duda, Garbancito había decidido llegar al mundo una semana antes de lo previsto. ¡En unas horas conoceríamos a nuestro bebé!

Paramos la peli, llamamos al hospital de Lausana para anunciar nuestra llegada y, con extraordinaria calma dadas las circunstancias, comenzamos a recoger. Cuál fue nuestra sorpresa cuando a los pocos minutos nos llamaron del hospital diciéndonos que la maternidad estaba completa y teníamos que ir al hospital de Morges, a unos 15 kilómetros de nuestra casa. Éste pequeño contratiempo, acabó convirtiéndose en la mejor de las casualidades, ya que la experiencia en el hospital no pudo ser mejor.  Un centro más pequeño que el hospital universitario de Lausana, más acogedor y de trato más personalizado.

Sobre las 00:30 llegamos al hospital ya con algún dolorcillo de contracciones. Tras la monitorización de rigor y una breve consulta con la ginecóloga, me instalaron en mi habitación y me aconsejaron que tratase de descansar {¿descansar?} hasta que el parto se pusiese en camino. Apenas duré en la cama 10 minutos. Poco a poco las contracciones comenzaron a hacerse más intensas y más frecuentes y el estar recostada me estaba matando. Así que durante casi dos horas permanecí sentada en una silla con los brazos apoyados sobre la cama y la compañía de Rafa que iba tomando nota de la frecuencia y duración de las contracciones.

Pasadas casi dos horas las contracciones ya eran regulares y no cabía duda alguna de que estaba de parto. Llamamos a la enfermera y le rogué que me diese al menos un paracetamol {¡ingenua de mí!}. La pobre me miró con cara de incredulidad y me dijo - Señora {sí, aquí en Suiza todo el mundo se dirige a mí como "Madame"} un paracetamol no le va a hacer nada. -. Y tras explorarme y ver que había dilatado 4 centímetros me propuso darme un baño de agua caliente para tratar de paliar el dolor.

Una de las cosas que me encanta de Suiza es lo poco medicalizados que son los seguimientos de los embarazos - y, por consecuencia, los partos - comparado con otros países. Se intenta disminuir la intervención médica al mínimo, así como el uso de fármacos; por supuesto siempre garantizando el bienestar del bebé y la madre. Siguiendo esta filosofía, no me administraron absolutamente nada hasta que dilaté 7 centímetros. Dejándonos así tiempo tanto a mí como a mi bebé para que el parto siguiese su curso natural, sin prisas.

Permanecí unas tres horas aproximadamente dentro de una bañera de agua caliente en la misma sala de partos con Rafa junto a mí masajeándome la espalda y susurrándome palabras de ánimo. El cansancio y el dolor me hicieron entrar en una especie de trance durante el cual lo único que quería era dormir. Con los ojos cerrados, practicando las posturas y la respiración que había aprendido en el curso de preparación al parto, estaba inmersa dentro de mi propia burbuja; manteniendo la calma y tratando de conectar con mi bebé para enviarle toda mi energía.

Entre contracción y contracción mi cuerpo se relajaba por períodos de escasos minutos durante los cuales, sorprendentemente, llegaba a dormirme ¡y a soñar! Pienso que quizás es una reacción natural del cuerpo para poder abstraerse y soportar mejor el dolor. La naturaleza es tan sabia...

Llegó un momento en el que sentía que ya no podía más, necesitaba salir del agua y ya no era capaz de soportar la intensidad de las contracciones. Pedí que me administraran la epidural y, tras una hora que se me hizo eterna, durante la cual tuvimos que firmar la hoja de consentimiento y esperar a que el anestesista/dios estuviese disponible ¡por fin vi la luz! 

Pude finalmente tumbarme en la cama y "descansar" un poco. Me administraron dosis muy bajas de anestesia, por lo que {para mi alivio} todavía podía mover las piernas y sentir levemente las contracciones. A las dos horas me dijeron que ya había dilatado completamente y que sólo quedaba esperar a que nuestro pequeño descendiese por el cuello del útero para comenzar a empujar.

Ése fue verdaderamente NUESTRO momento, el mío y el de mi amore, que no se separó ni un instante de mí. Los dos nos relajamos, la cuenta atrás había comenzado y en cuestión de 2-3 horas conoceríamos a nuestro chiquitín. La matrona me preguntó si quería que pusiese música y en unos segundos Norah Jones y su "Sunrise" invadió la habitación. Por supuesto, ahora cada vez que escucho esta canción lloro de felicidad. El album de "Feels Like Home" pasó a convertirse en la banda sonora del nacimiento de nuestro bebé.

Fueron unas horas muy íntimas, de nerviosismo e ilusión. Rafa no paró de susurrarle palabras de ánimo a nuestro bebé para alentarle en su último tramo del "recorrido" e incluso tuvimos tiempo para hacer un pequeño vídeo y alguna fotito de los últimos momentos de espera.


Y tras tres horas llegó el instante tan deseado, nuestro bebito tenía que salir y tocaba ponerse manos a la obra. Con la ayuda de la matrona, la ginecóloga y mi amore {¡todo un trabajo en equipo!} nuestro pequeño comenzó su salida al mundo. Rafa fue testigo absolutamente de todo y yo pude incluso tocar su cabecita cuando comenzó a asomarse por mi entrepierna ¡Ya casi lo teníamos!

Una hora empujando con todas mis fuerzas y ¡por fin! El momento más bonito de mi vida se hizo realidad. Una cosita caliente, pesada y de color azulado se posó sobre mí mirándome con sus grandes ojos antes de romper a llorar. Las 16 horas de parto se esfumaron de un plumazo y me invadió un sentimiento de amor inmenso imposible de describir. Y así fue como Alejandro llegó al mundo. El 26 de septiembre a las 15:03 nuestras vidas cambiaron para siempre. El resto de la historia está aún por escribir.


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Todavía me estoy preguntando cómo es posible que no hubiese hecho esta receta antes ¡con lo que nos gustan las natillas! y lo increíblemente fáciles que son de hacer.

Estas últimas semanas previas a la llegada de nuestro Garbancito {al que ya más bien tendríamos que apodar Meloncito jajaja}, estamos aprovechando para organizar cenitas en casa con amigos con vistas a que dentro de poco el hacer este tipo de planes va a complicarse un pelín más. Al menos hasta que nos acostumbremos a la nueva rutina de tener un bebé en casa. Por lo que estoy buscando recetas sencillas y resultonas con las que agasajar a nuestros invitados. Y ésta, es una de ellas. Además, teniendo en cuenta que en Suiza no encuentras natillas en los supermercados, resulta un postre de lo más "exótico" por estas tierras.

Aquí os dejo la receta y los pasos para prepararla con la Thermomix, lo cual no quiere decir que no la podáis hacer con una batidora tradicional.


INGREDIENTES {6 raciones}

- 130 gr. de azúcar
- 3 huevos
- 600 gr. de leche entera
- 1 cucharadita de azúcar vainillado
- 6 galletas tipo maría o similar
- Canela molida


PREPARACIÓN

1. Pon en el vaso de la Thermomix el azúcar, los tres huevos, la leche, el azúcar vainillado y programa 8 minutos, 90ºC, velocidad 5. Si los ingredientes están fríos de la nevera, programa 10 minutos en lugar de 8.

2. Pasados los 8-10 minutos, comprueba si la mezcla tiene espuma. Si tiene, programa 2 minutos, 90ºC, velocidad 2. Si no tiene, programa 2 minutos, velocidad 2 sin temperatura.

3. Vierte las natillas en una bandeja o en recipientes individuales. Si las distribuyes en recipientes individuales, puedes colocar la galleta en la superficie. Deja enfriar y espolvorea al gusto con canela.






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