Dar a luz en Suiza: Así fue la llegada al mundo de Alejandro

13:05

dar a luz en suiza

25 de septiembre de 2016, tras una tarde de domingo en casa tranquila, entre amigos, en la que disfrutamos de una merienda casera a los rayos de un sol extraordinariamente cálido para esta época del año en Suiza, la noche prometía apacible: cena y peli con mi amore. ¿Para qué más?

Como de costumbre, se nos hizo un poco tarde con las llamadas a la familia propias de los domingos y acabamos cenando una ensaladita sentados en la mesa baja del salón y disfrutando de la última película de Meryl Streep, Florence Foster Jenkins. Sobre las once y media de la noche comencé a sentir una pequeña molestia en la zona baja del estómago, como un ligero dolor de regla. Fui al aseo y ¡tachaaaan! Inmediatamente rompí aguas. Un líquido transparente se escurría por mi entrepierna sin cesar, así que no cabía duda, Garbancito había decidido llegar al mundo una semana antes de lo previsto. ¡En unas horas conoceríamos a nuestro bebé!

Paramos la peli, llamamos al hospital de Lausana para anunciar nuestra llegada y, con extraordinaria calma dadas las circunstancias, comenzamos a recoger. Cuál fue nuestra sorpresa cuando a los pocos minutos nos llamaron del hospital diciéndonos que la maternidad estaba completa y teníamos que ir al hospital de Morges, a unos 15 kilómetros de nuestra casa. Éste pequeño contratiempo, acabó convirtiéndose en la mejor de las casualidades, ya que la experiencia en el hospital no pudo ser mejor.  Un centro más pequeño que el hospital universitario de Lausana, más acogedor y de trato más personalizado.

Sobre las 00:30 llegamos al hospital ya con algún dolorcillo de contracciones. Tras la monitorización de rigor y una breve consulta con la ginecóloga, me instalaron en mi habitación y me aconsejaron que tratase de descansar {¿descansar?} hasta que el parto se pusiese en camino. Apenas duré en la cama 10 minutos. Poco a poco las contracciones comenzaron a hacerse más intensas y más frecuentes y el estar recostada me estaba matando. Así que durante casi dos horas permanecí sentada en una silla con los brazos apoyados sobre la cama y la compañía de Rafa que iba tomando nota de la frecuencia y duración de las contracciones.

Pasadas casi dos horas las contracciones ya eran regulares y no cabía duda alguna de que estaba de parto. Llamamos a la enfermera y le rogué que me diese al menos un paracetamol {¡ingenua de mí!}. La pobre me miró con cara de incredulidad y me dijo - Señora {sí, aquí en Suiza todo el mundo se dirige a mí como "Madame"} un paracetamol no le va a hacer nada. -. Y tras explorarme y ver que había dilatado 4 centímetros me propuso darme un baño de agua caliente para tratar de paliar el dolor.

Una de las cosas que me encanta de Suiza es lo poco medicalizados que son los seguimientos de los embarazos - y, por consecuencia, los partos - comparado con otros países. Se intenta disminuir la intervención médica al mínimo, así como el uso de fármacos; por supuesto siempre garantizando el bienestar del bebé y la madre. Siguiendo esta filosofía, no me administraron absolutamente nada hasta que dilaté 7 centímetros. Dejándonos así tiempo tanto a mí como a mi bebé para que el parto siguiese su curso natural, sin prisas.

Permanecí unas tres horas aproximadamente dentro de una bañera de agua caliente en la misma sala de partos con Rafa junto a mí masajeándome la espalda y susurrándome palabras de ánimo. El cansancio y el dolor me hicieron entrar en una especie de trance durante el cual lo único que quería era dormir. Con los ojos cerrados, practicando las posturas y la respiración que había aprendido en el curso de preparación al parto, estaba inmersa dentro de mi propia burbuja; manteniendo la calma y tratando de conectar con mi bebé para enviarle toda mi energía.

Entre contracción y contracción mi cuerpo se relajaba por períodos de escasos minutos durante los cuales, sorprendentemente, llegaba a dormirme ¡y a soñar! Pienso que quizás es una reacción natural del cuerpo para poder abstraerse y soportar mejor el dolor. La naturaleza es tan sabia...

Llegó un momento en el que sentía que ya no podía más, necesitaba salir del agua y ya no era capaz de soportar la intensidad de las contracciones. Pedí que me administraran la epidural y, tras una hora que se me hizo eterna, durante la cual tuvimos que firmar la hoja de consentimiento y esperar a que el anestesista/dios estuviese disponible ¡por fin vi la luz! 

Pude finalmente tumbarme en la cama y "descansar" un poco. Me administraron dosis muy bajas de anestesia, por lo que {para mi alivio} todavía podía mover las piernas y sentir levemente las contracciones. A las dos horas me dijeron que ya había dilatado completamente y que sólo quedaba esperar a que nuestro pequeño descendiese por el cuello del útero para comenzar a empujar.

Ése fue verdaderamente NUESTRO momento, el mío y el de mi amore, que no se separó ni un instante de mí. Los dos nos relajamos, la cuenta atrás había comenzado y en cuestión de 2-3 horas conoceríamos a nuestro chiquitín. La matrona me preguntó si quería que pusiese música y en unos segundos Norah Jones y su "Sunrise" invadió la habitación. Por supuesto, ahora cada vez que escucho esta canción lloro de felicidad. El album de "Feels Like Home" pasó a convertirse en la banda sonora del nacimiento de nuestro bebé.

Fueron unas horas muy íntimas, de nerviosismo e ilusión. Rafa no paró de susurrarle palabras de ánimo a nuestro bebé para alentarle en su último tramo del "recorrido" e incluso tuvimos tiempo para hacer un pequeño vídeo y alguna fotito de los últimos momentos de espera.


Y tras tres horas llegó el instante tan deseado, nuestro bebito tenía que salir y tocaba ponerse manos a la obra. Con la ayuda de la matrona, la ginecóloga y mi amore {¡todo un trabajo en equipo!} nuestro pequeño comenzó su salida al mundo. Rafa fue testigo absolutamente de todo y yo pude incluso tocar su cabecita cuando comenzó a asomarse por mi entrepierna ¡Ya casi lo teníamos!

Una hora empujando con todas mis fuerzas y ¡por fin! El momento más bonito de mi vida se hizo realidad. Una cosita caliente, pesada y de color azulado se posó sobre mí mirándome con sus grandes ojos antes de romper a llorar. Las 16 horas de parto se esfumaron de un plumazo y me invadió un sentimiento de amor inmenso imposible de describir. Y así fue como Alejandro llegó al mundo. El 26 de septiembre a las 15:03 nuestras vidas cambiaron para siempre. El resto de la historia está aún por escribir.


También te puede interesar:
- Una babyshower marinera
- It's a boy!
- ¡Una gran noticia!

You Might Also Like

0 comentarios

No seas remolón/a y déjame tu comentario ;)