Estos gélidos días de invierno me han hecho recordar que hace exactamente cinco años {madre mía, ¡cómo vuela el tiempo!} ponía rumbo a EE.UU a empezar una nueva vida. Una oportunidad irrechazable de trabajar para una startup en Boston me llevó de nuevo a dejar mi Valencia bonita y embarcarme rumbo al American dream.
Mi amore y yo nos moríamos por seguir viendo mundo y durante más de un año nos empleamos a fondo en la búsqueda de empleo en el extranjero. Tras noches y noches enviando curriculums a diestro y siniestro, el destino - como de costumbre muy caprichoso él - quiso que a los dos nos saliese trabajo a la vez. La historia sería perfecta si hubiese sido en el mismo destino ¿verdad? Desafortunadamente, no fue así, Boston y Zúrich serían las ciudades que, de la noche a la mañana, hicieron que nuestras vidas dieran un vuelco de 360º.
Ante tal panorama, y visto que ambas oportunidades eran fantásticas y no queríamos arrepentirnos de haberlas dejado pasar en un futuro, tomamos la durísima decisión de separarnos por un tiempo, probar los dos destinos y decidir cuál sería el mejor para vivir los dos juntos.
Eso sí, para rizar más el rizo y para asombro de nuestros amigos y familiares, decidimos casarnos antes de separar nuestros destinos. La razón era simple, llevábamos casi dos años viviendo juntos y enamorados, sabíamos que algún día nos casaríamos igualmente y el salir de España con un certificado de matrimonio nos iba a facilitar mucho obtener los permisos de trabajo para ambos tanto en Suiza como en EE.UU.
Así que, dicho y hecho, en cuatro semanas dejamos nuestros respectivos empleos en Valencia, montamos la boda de nuestros sueños y comenzamos nuestras vidas por separado.
Os reconozco que lloré a mares cuando tuvimos que decidir qué hacer: me sentía culpable por no alegrarme de la oportunidad que le había surgido a Rafa; tenía miedo de renunciar a mi sueño de trabajar en EE.UU; me horrorizaba no ser capaz de llevar una relación a distancia... Pero, finalmente, el respeto mutuo, la confianza y el amor {sé que suena cursi, pero así es} pudieron con todo.
Si la separación en sí fue dura, el comienzo en Boston no fue para menos. La búsqueda de casa, la soledad de los primeros días en una ciudad que me dio la bienvenida con -15 grados de temperatura y montañas de más de un metro de nieve, la adaptación a un trabajo nuevo, etc. No obstante en cuestión de semanas ya me había hecho a mi nueva ciudad, comencé a conocer gente, a sentirme cómoda en mi nuevo empleo y el bendito Skype hizo que la distancia con mi amore y recién estrenado marido fuese más corta.
La historia, para los que me seguís algún tiempo, imagino que sabréis más o menos como termina. Ocho meses después acabé yo encontrando trabajo en Suiza y reencontrándome con Rafa aquí. Después de vivir en ambos países y, a pesar de que a mi me encantó Boston, consideramos que Suiza era un país más apropiado para vivir y formar una familia.
Había comenzado esta entrada con la intención de compartir mis 15 rincones favoritos de Boston y he terminado por contaros la historia de cómo terminé allí. Pero la verdad es que me encanta compartir con vosotr@s estos retales de mi vida y, además, con esto quiero deciros que nada es imposible.
Somos nosotros mismos los que nos podemos nuestras propias limitaciones y, aunque creo en el destino, también sé que nada viene dado y que los sueños son sólo alcanzables para aquellos que tienen el valor de perseguirlos.
Y después de este rollazo que os he echado, os prometo que próximamente publicaré mi particular guía de Boston y sus rincones imperdibles ;)
¿Y vosotros, habéis hecho alguna "locura" de este tipo?
¡Un abrazote y feliz AÑO!
"Si te llaman loco por seguir tus sueños, demuéstrales que lo tuyo no tiene cura"
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